Conocí a Elpidio Piernavieja hace unos cinco meses. Yo regresaba de Culiacán Sinaloa tras hacer unos recados cuando Marimar "La Pichusqui", me habló de su asunto. Por cierto, menudo novio se ha echado la Pichusqui: ingeniero, con un barco de no sé cuántos metros de eslora... Y clavadito a Sandokán salvo en el pelo y la barba blancos y la artritis reumatoide lumbar. Por lo visto, el pillo, o sea, el Piernavieja, no el Sandokán, le había confesado entre una nube espesa de cigarrillos egipcios y armagnac destilado en Chongqing, que pensaba dar matarile a una antigua novia a base de pipijerbe y natación sincronizada en la laguna de Peñalara. Y se lo confesó, porque la Marimar le enseñó medio muslo para animarle a pedir otra ronda. Pero... no contaba con que la Pichusqui conocía a la Eulalia, la novia del pillo Augustillo, pues hicieron juntas un cursillo de manualidades en el taller de las hermanas oblatas de san Leandro. Y como todas las mozas de pestaña ligera, la Pichusqui tiene buen corazón y no le parecía ni pizca de bien que a su conocida la apiolara un granuja de medio pelo. De manera que le sacó unos cuartos al ingeniero del barco y me buscó. Y me encontró.


Inicié mis pesquisas para conocer al gachó y darle mulé en cuanto tuviera ocasión favorable. Y descubrí que tenía un apaño con una tal Merenciana, fea como pegar a un padre. También descubrí a mi compadre Darío Torres "Lagartijo" (que en su vida se ha puesto delante de un toro, pero lleva muletas y da unos muletazos de pronóstico reservado) tomándose una caña en una terraza. Me senté con él y estuvimos de palique recordando los viejos tiempos. Me contó que él tocaba el clavicémbalo en una casa de putas y que nuestro compadre Perico Chopin "el Melenas", el caprichín de las nenas, (que no tenía pelo de tonto, vaya, que era calvo) estaba dando clases de ikebana (un arte floral japonés o alguna pendejada por el estilo) en un centro de jubiletas y que se aburrían los dos mucho. Como a mi no me gusta que mis compadres se aburran a lo tonto, y yo estaba ya un poco aburrido también de trabajar a solateras, pues que los asocié al negocio del Elpidio.


Lagartijo y el Melenas son de carácter expeditivo y hubieran zanjado la cuestión con un paso de bardeo o a bellotazos con un cuerno de chivo. Pero a mi me apetecía algo más refinado, porque lo del pipijerbe y Peñalara, tenía bemoles.

Me encalomé cerca de la quel de la Merenciana para filar a la jamba y, como en cuanto la diquelé me pareció un poco lila, me aflojé a camelarla para que se fuera de la mui.
Sencillo. Porque con dos copas de Anís La Asturiana cantó la romanza del Dúo de la Africana y, si la animo, Don Gil de Alcalá. Como no estaba al tanto de su relación con la Eulalia, se subió por las paredes y me ofreció parné y que le arrimara estopa. Me dijo que iba a hipotecar una finca de su propiedad sita en Navalmoral de la Mata para pagar el trabajo. Y acepté.

Pero como no me gusta que me paguen a pares por el mismo trabajo, obré honradamente y me fui para el andoba. El Melenas y el Lagartijo estaban que veían chiribitas. En cuanto le largué al Piernavieja que había dos encargos para darle el pasaporte, le entró una jindama del quince. De modo y manera que contrató ipso facto mis servicios para que nos deshiciéramos de las dos suripantas que le deseaban tan poco porvenir. No sé qué chanchullos hizo pero nos soltó la mosca. Un dineral. Entre lo de la Eulalia, la Merenciana y el Elpidio, nos sacamos la intemerata. Y se preguntarán voacés qué iba a pasar con tanto encargo. Pues como los tres clientes eran gente ful, estan descansando tan ricamente en el fondo del embalse de Los Rábanos (provincia de Soria).
Y aquí se acaba la historia. Si necesitan a gente honrada para que le haga un recao, aquí tienen al Melenas, al Lagartijo y al que suscribe, Leocadio Oña,(a) "Santos Óleos". Aunque ahora estamos de vacaciones embadurnados de crema de yogur que es muy buena para el cutis.

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