Sevillanas de Billy

¿Escrúpulos? (5)

"¿Como puede ser tan inocente la pava?" Pensaba Cesaraugusto Elpidio Piernavieja, alias el pillo Augusto. "Trabajando sin descanso, con horarios insoportables, ahorrando céntimo a céntimo." Incluso aquello que le atrajo al principio en los momentos íntimos de fornicio, esa delicada sumisión que mostraba Eulalia a la hora del sexo, ahora no lo podía soportar. "¡Al lago con esa mojigata!".

Cesarín, que era así como lo llamaba su abuela Segismunda, tenía claro que, así cómo con Eulalia tuvo que luchar para conseguir tocarle una teta, y no digamos ya de verle un pezón, la nietísima estaba en un estado de celo subido que con toda seguridad haría que la muchacha se abalanzase sobre él a la mínima que Elpidio le comentase su interés por ella. La imagen del cuerpo de Merenciana, que con este nombre fue bautizada la gorda y fea nietísima aunque sus amigos la llamaban Ana, no dejaba de presentársele al pillo Augusto en todo su esplendor carnal, corriendo hacia él en un estado de éxtasis imposible de reprimir. Con la preparación de su pérfido plan y al paso de los días lo que en un principio fue repulsión se fue convirtiendo en interés científico, tal vez producido por la costumbre de imaginar tantas veces a la gorda y fea nietísima Merenciana, Ana para los amigos.

Ahí andaba el pillo Elpidio intentando controlar una espontánea erección generada en un momento de interés científico por una jaca morena de paso firme y carnes pretas, una mañana cualquiera, un día cualquiera, dentro de la cuenta atrás para que su plan fuese una realidad.

Ana ya disfrutaba de los experimentos sexuales de él, pillo agusto (errata consciente). Y Eulalia ya tenía todo preparado para el gran día, e incluso esperaba con ilusión la despedida de soltera que el admirado Cesaraugusto le había preparado con tanto cariño y amor incondicional. Y eso que últimamente no practicaban mucho sexo. "El pobre,... Tiene tanto ajetreo que llega todos los días extenuado. Cómo le voy a presionar si el que se mueve siempre es él. Ya que yo con esto del corazón,..."

Mientras todo esto ocurría con la naturalidad con que transcurre la vida, algo olvidó Elpidio Piernavieja. Tan entretenido estaba que olvidó por completo a la encantadora anciana, Nicolasa Herrainz de Salamedra. Desde lo más oscuro y recóndito de uno de los salones del palacete de la familia Herrainz de Salamedra Marqueses de Relojesan, la anciana mascullaba entre sus dientes postizos: "¡Con que este pelagatos de ágil verborrea es el propietario de todo eso! Ja, ja, ja. Estúpido, ahora ya tienes a mi nieta. Pues para ti. Aprovéchala por que ya no tendrás nada más. Tú nos sacarás de nuestra bancarrota"

Mientras no lo vea,...


"(...)
La exhibición de las matanzas de focas nos permite derramar alguna lagrimilla y fingir hipócritamente que seguimos siendo humanos. La exhibición de las matanzas de niños gestantes nos helaría la sangre en las venas y nos confirmaría que hemos dejado de serlo."
Juan Manuel de Prada.
Extracto de la columna del Semanal nº 1068

Manolito y la Economía


¿Escrúpulos? (4)

Ahora la cuestión era conseguir que la querida Eulalia, tan acicaladita y bien perfumada como estaba siempre, estuviera decidida a correrse una juerga justo antes de bañarse en las gélidas aguas de la Laguna. Así el pipijerbe sería de órdago y nadie sospecharía de la intervención de ninguna mano asesina Debía de ser una juerga monumental, de esas que hacen historia y de la que se derivaran consecuencias imprevisibles. Elpidio César (también conocido en la intimidad como "el pillo Augusto"), tras quedarse hipnotizado durante unos diez minutos siguiendo el movimiento del moscardón ese, tuvo una idea brillante: Debía casarse con ella.
Le hablaría de un piso que, con su información privilegiada, había podido encontrar a buen precio, ahora que la crisis del sector inmobiliario estaba haciendo de las suyas. Conseguiría que le diera los breves ahorrillos que la dependienta había ido guardando en la sucursal del Banco de Sabadell que estaba justo al lado de la perfumería, cosa que, sin ser muy importante, ya era algo. Pero sobre todo le animaría a que hiciera una gran despedida de soltera. Por la noche, cena abundante, bebidas espiritosas y hasta boys para animarlas. Al día siguiente, excursión a la Laguna de Peñalara. A ver si conseguían atravesarla a nado ella, tan buena moza, y sus amigas, bien fornidas y acabadas. El propio Elpidio se ofreció a llevarlas en su coche...

Escrúpulos (3)

Césaraugusto Elpidio Piernavieja nunca había sido un buen pensador. Cada vez que se ponía a ello le distraía el vuelo de una mosca, lo que le indujo a creer que el diablo se estaba tocando las campanas, dado que no las mataba con el rabo.
Pero era tenaz; llegó a contemplar tal cantidad de moscas y moscones que se convirtió en un entomólogo de fama mundial, pero esto es otra historia... Gracias a la cantidad de horas que dedicó a la entomología, consiguió recordar que había sido tradición de su familia atravesar a nado la Laguna de Peñalara y que su tío abuelo Favila comentaba que el agua estaba tan fría que se corría más peligro nadando allí que yendo a la caza del oso.
Y mientras admiraba el looping de un moscardón grande y reluciente, su mente se iluminó.. Todo consistía en convencer a Eulalia de que participase en la travesía; sabía que ella tenía problemas cardíacos, pues un día en que se estaban solazando ella le confesó que se le iba a salir el corazón del pecho, lo que a todas luces confirmaba a Césaraugusto Elpidio que era una enferma, ya que él ni penaba ni sentía cosa alguna, excepción hecha del pavor hacia el uniforme desde que le obligaron los reverendos padres a usar una bata a rayas en el colegio.
Sonrió.. Lo que Eulalia no sabía era que ya no había prueba, de manera que cuando le diese el pipijerbe bastaría dejarla hundirse lentamente … Nadie descubriría el cuerpo.

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