Cuarta cucharadita

El martillo, la horca, el estilete y la almohada se dieron cita en el balcón del viento. Y la prístina aurora, sobre el charco de plástico, esgrimió una voz de protesta.

4 comentarios:

La Aurora, que era la novia del ahorcado, se vistió esa madrugada de blanco para parecer prístina. ¡Ahí estaba!, desesperada, y procurando que sus zapatos nuevos no se mancharan de barro en aquella mañana encharcada. Logró poner los pies sobre una gran pieza de plástico que alguien había extendido para proteger el paso de la comitiva.

Lloraba, pero no engañaba a nadie. Todos los presentes sabían que era ella la que había clavado el estilete en el cuello de la amante del ahorcado. Y después, había destrozado con saña su bello rostro con un martillo. Por la almohada seguía corriendo la sangre cuando el inspector abrió el balcón para que entrara un poco de aire.

18 de abril de 2008, 9:11  

El Martillo golpea, la Horca ahoga y desnuca -aunque esto último no se suele saber-, el Estilete penetra y la Almohada descansa.
La Aurora alumbra y el charco de plástico es lo que es, líquido y plástico con forma.
Así que el inspector se puso a razonar. Sabía que estaba ante un enigma; conocía sus motes e intuía que a través de ellos podía llegar a conocer sus identidades y, entonces, detenerlos.
Hasta él había llegado el rumor de la calle: que la Aurora era la asesina y que esta había sido amante del Ahorcado; ¡ah!, y que el Martillo la encubría, pues había hecho un buen trabajo y no tenían datos para identificar al cadáver.
¿Y la Almohada?. Sin duda era quien lo había concebido todo, quien había manejado al Martillo para que destruyese las pistas e inducido a la Aurora a lanzar al Estilete a la acción, aprovechándose de su paranoia.
¡Pero él los descubriría!

19 de abril de 2008, 0:29  

¿Clouseau, el inspector?. Ha, ha, ha.
Os dejo una foto de la Aurora comiéndole el tarro al Ahorcado

20 de abril de 2008, 18:10  

Vamos a ver lo que pasa es que la Aurora estaba cabreada con la horca y el estilete porque se habían llevado a la almohada de juerga y encima el martillo no había parado de dar golpes en toda la noche con lo cual la tía la había pasado en blanco tirada en el charco.
Y no tengo nada más que decir.

25 de abril de 2008, 22:23  

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