Fría parajoda

El explorador del Ártico empezó a notar que las paredes del iglú iban gradualmente cerrándose sobre él. Debido a las condiciones atmosféricas en el exterior, su aliento literalmente congelaba las paredes y con cada respiración éstas se volvían más gruesas y el iglú se hacía más pequeño, hasta que finalmente casi no quedaba espacio para su cuerpo. El hombre mismo es el agente de su destrucción y, además, el instrumento de esa destrucción es precisamente lo que necesita para mantenerse vivo. Porque un hombre no puede vivir si no respira, pero al mismo tiempo no vivirá si respira.

6 comentarios:

¡A ver si estudiamos más Rodríguez; a ver si estudiamos más!.
Que el aliento es aire calentito. Y si no lo sabe dígale a su chica que le haga un "gugu"..
Y el aliento calentito y el sudor calentorro, en un ambiente aislado del exterior -no se si me capta-, lo que produce es el deshielo..

5 de abril de 2008, 0:06  

¡Ah!; y no hace falta que venga a por sus notas, que ya se las mando rodando...

5 de abril de 2008, 0:07  

Sí, vale. ¿Pero cómo coño se hace un iglú?

5 de abril de 2008, 10:57  

Pues un iglú se hace ... ¿Pero de que iglú estamos hablando?. Y es que hay unos hechos con nieve apisonada sobre una zona de nieve apisonada, cortada luego a sierra y alzada por aproximación de hiladas, y otros construidos en el alma con desesperanza.
Y el problema es que dentro de los dos te ahogas. En el primero, porque el "tigrillo" humano va licuando la nieve de los muros internos y si no los has alisado como un espejo, para que las gotas resbalen hacia la canaleta perimétrica del suelo, habrá goteras; además, o dejas un "bujero" en la clave y lo mantienes abierto moviendo de vez en cuando un bastón de esquí o entrarás en la eternidad sin enterarte, pues la entrada la cerraste con una losa de nieve y la sellaste... CO2 puro.
(Fin de la 1ª cucharadita diabólica)

6 de abril de 2008, 20:10  

Pero los construidos con desesperanza son jodidos. Y me temo que el artículo habla de ellos. Si, en estos, cada bocanada añade más desesperanza. Si boqueas, te aplasta la desesperanza; y si no, te ahogas.
Porca miseria!.
Pero se dan casos.. Cuentan las gentes en las noches frías, sentados en la cadiera junto al fogaril, que hay veces en las que las hadas de las cumbres hacen un regalo, sin que nadie sepa como ni porque.
Y parece ser que, aunque las almas con el corazón congelado no sueñan, el regalo es un sueño; aparece una pradera al sol de la mañana, con un arroyo de aguas limpias por mitad, y la masa de hielo percibe la tibieza de la luz y sus ojos van viendo con claridad el verde esperanza de la caricia de la hierba fresca.
Y el hombre, olvidando lo cerca que estuvo de la muerte sonriente, se agita; un poquito. Y abre despacio los ojos y ve.
Ve como el iglú se vuelve quebradizo, como se desmorona poco a poco. Y se levanta, y con pasos vacilantes, camina..
(Segunda cucharadita de mandarina)

6 de abril de 2008, 20:39  

Camina con pasos cada vez más firmes y se come un enorme plato de arroz con leche y un cachito de pan...que donde va a parar con la mandarina.!!!

8 de abril de 2008, 21:54  

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